En concreto, relacionándola con la fisioterapia, mi opinión es que se trata de un recurso imprescindible para lograr pasar de un movimiento sin objetivos claros a un movimiento funcional, complejo y programado.

Las sesiones de psicomotricidad que realizamos en el centro constan de una serie de factores generales:
- Preparar el espacio de antemano para que no haya riesgos (elementos contundentes como radiadores sin proteger, objetos de madera que puedan lanzarse, ventanas abiertas...) y así poder dejar experimentar a los niños con seguridad pero sin tener que advertirles de nada (lo que coarta su libertad motriz).
- Que se sienten nada más entrar y se descalcen (o les descalzamos, según el niño) para que experimenten sensorialmente con las plantas de los pies y adquieran intuitivamente la idea de que es una actividad en la que pueden hacer lo que quieran sin restricciones.
- Que sientan placer corporal. En muchos casos de discapacidad, el cuerpo es una fuente de molestias o un elemento que no transmite nada, y nos proponemos mediante la psicomotricidad cambiar esto hacia situaciones de placer mediante columpios, arrastres, toboganes o juegos con telas.
- Un espacio para el juego simbólico. El movimiento (tanto el grueso como el fino) adquiere su mayor destreza al formar parte de actividades simbólicas (como la danza o el dibujo), así que preparamos una parte del espacio para fomentar y potenciar el juego simbólico con elementos cotidianos (cocinitas, casas de tela o animales de juguete).
En definitiva, se trata de un de las actividades más satisfactorias de las que participo en el centro.
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